Por Miguel Angel Cristiani G.
El filósofo y activista estadounidense Noam Chomsky señalado
por el periódico New York Times como “el más importante de los pensadores
contemporáneos” elaboró la lista de las “10 Estrategias de Manipulación” a
través de los medios masivos de comunicación, que resulta muy interesante de
analizar, luego de los hechos registrados recientemente en nuestra entidad y en
otras partes del país.
Por lo que vale la pena advertir que si al leer las 10 estrategias
de manipulación de medios, se encuentra con una aterradora semejanza con la
realidad que estamos viviendo, seguramente que no todo es mera coincidencia.
1. La estrategia de
la distracción El elemento primordial del control social es la estrategia de
la distracción que consiste en desviar la atención del público de los problemas
importantes y de los cambios decididos por las élites políticas y económicas, mediante
la técnica del diluvio o inundación de continuas distracciones y de
informaciones insignificantes.
La estrategia de la distracción es igualmente indispensable
para impedir al público interesarse por los conocimientos esenciales, en el
área de la ciencia, la economía, la psicología, la neurobiología y la
cibernética. ”Mantener la Atención del público distraída, lejos de los
verdaderos problemas sociales, cautivada por temas sin importancia real.
Mantener al público ocupado, ocupado, ocupado, sin ningún tiempo para pensar;
de vuelta a granja como los otros animales (cita del texto ‘Armas silenciosas
para guerras tranquilas)”.
2. Crear problemas y
después ofrecer soluciones. Este método también es llamado “problema-reacción-solución”.
Se crea un problema, una “situación” prevista para causar cierta reacción en el
público, a fin de que éste sea el mandante de las medidas que se desea hacer
aceptar. Por ejemplo: dejar que se desenvuelva o se intensifique la violencia
urbana, u organizar atentados sangrientos, a fin de que el público sea el
demandante de leyes de seguridad y políticas en perjuicio de la libertad. O
también: crear una crisis económica para hacer aceptar como un mal necesario el
retroceso de los derechos sociales y el desmantelamiento de los servicios
públicos.
3. La estrategia de
la gradualidad. Para hacer que se acepte una medida inaceptable, basta
aplicarla gradualmente, a cuentagotas, por años consecutivos. Es de esa manera
que condiciones socioeconómicas radicalmente nuevas (neoliberalismo) fueron
impuestas durante las décadas de 1980 y 1990: Estado mínimo, privatizaciones,
precariedad, flexibilidad, desempleo en masa, salarios que ya no aseguran
ingresos decentes, tantos cambios que hubieran provocado una revolución si
hubiesen sido aplicadas de una sola vez.
4. La estrategia de
diferir. Otra manera de hacer aceptar una decisión impopular es la de presentarla
como “dolorosa y necesaria”, obteniendo la aceptación pública, en el momento, para
una aplicación futura. Es más fácil aceptar un sacrificio futuro que un
sacrificio inmediato. Primero, porque el esfuerzo no es empleado inmediatamente.
Luego, porque el público, la masa, tiene siempre la tendencia a esperar
ingenuamente que “todo irá mejorar mañana” y que el sacrificio exigido podrá
ser evitado. Esto da más tiempo al público para acostumbrarse a la idea del
cambio y de aceptarla con resignación cuando llegue el momento.
5. Dirigirse al
público como criaturas de poca edad. La mayoría de la publicidad dirigida al
gran público utiliza discurso, argumentos, personajes y entonación
particularmente infantiles, muchas veces próximos a la debilidad, como si el espectador
fuese una criatura de poca edad o un deficiente mental. Cuanto más se intente
buscar engañar al espectador, más se tiende a adoptar un tono infantilizante. ¿Por
qué? “Si uno se dirige a una persona como si ella tuviese la edad de 12 años o
menos, entonces, en razón de la sugestionabilidad, ella tenderá, con cierta
probabilidad, a una respuesta o reacción también desprovista de un sentido
crítico como la de una persona de 12 años o menos de edad (ver “Armas
silenciosas para guerras tranquilas”)”.
6. Utilizar el
aspecto emocional mucho más que la reflexión. Hacer uso del aspecto emocional
es una técnica clásica para causar un corto circuito en el análisis racional, y
finalmente al sentido crítico de los individuos. Por otra parte, la utilización
del registro emocional permite abrir la puerta de acceso al inconsciente para
implantar o injertar ideas, deseos, miedos y temores, compulsiones, o inducir
comportamientos…
7. Mantener al
público en la ignorancia y la mediocridad. Hacer que el público sea incapaz
de comprender las tecnologías y los métodos utilizados para su control y su esclavitud.
“La calidad de la educación dada a las clases sociales inferiores debe ser la
más pobre y mediocre posible, de forma que la distancia de la ignorancia que
planea entre las clases inferiores y las clases sociales superiores sea y
permanezca imposible de alcanzar para las clases inferiores (ver ‘Armas
silenciosas para guerras tranquilas)”.
8. Estimular al
público a ser complaciente con la mediocridad. Promover al público a creer
que es moda el hecho de ser estúpido, vulgar e inculto…
9. Reforzar la autoculpabilidad.
Hacer creer al individuo que es solamente él el culpable por su propia
desgracia, por causa de la insuficiencia de su inteligencia, de sus
capacidades, o de sus esfuerzos. Así, en lugar de rebelarse contra el sistema
económico, el individuo se auto desvalida y se culpa, lo que genera un estado
depresivo, uno de cuyos efectos es la inhibición de su acción. ¡Y, sin acción,
no hay revolución!
10. Conocer a los
individuos mejor de lo que ellos mismos se conocen. En el transcurso de los
últimos 50 años, los avances acelerados de la ciencia han generado una
creciente brecha entre los conocimientos del público y aquellos poseídos y
utilizados por las élites dominantes. Gracias a la biología, la neurobiología y
la psicología aplicada, el “sistema” ha disfrutado de un conocimiento avanzado
del ser humano, tanto de forma física como psicológicamente. El sistema ha
conseguido conocer mejor al individuo común de lo que él se conoce a sí mismo.
Esto significa que, en la mayoría de los casos, el sistema ejerce un control
mayor y un gran poder sobre los individuos, mayor que el de los individuos
sobre sí mismos.
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