El accidente carretero en el
municipio de Álamo en el que murieron 43 veracruzanos y otros 27 resultaron con
heridas, puso en evidencia una serie de circunstancias que no deben de dejarse
pasar por alto.
En primer lugar, el hecho de que
fueran familias enteras, con niños, jóvenes y adultos quienes estaban viajando
con destino al norte del país, los cuales forman parte de ese ejército numeroso
de veracruzanos, que han tenido que dejar el terruño para ir en busca del
empleo que les permita seguir subsistiendo.
Para nadie es un secreto que en el estado no próspero de Veracruz
existen pueblos que han visto partir –como ocurrió con los accidentados- a sus
jóvenes hombre y mujeres en busca de mejores condiciones de vida, que aquí no
tienen.
La respuesta de las autoridades del estado para enfrenar la
situación, también se vio lenta y pobre, pues aunque si bien es cierto que para
las familias de los muertos significaba un problema el trasladar sus cadáveres
y sepultarlos, para un gobierno que presume de ser próspero, además de los
gastos por el entierro de sus familiares, se debió de dar cuando menos una beca
u otro recurso económico para aminorar la carga de los que se quedaron acá en
la entidad.
Hay que recordar que entre las víctimas se encontraban padres
de niños y niñas que han quedado en la orfandad –todavía hay una pequeñita que
no ha podido ser entregada a sus familiares porque sus padres fallecieron en el
accidente- pero ahora la responsabilidad es para los que siguen viviendo en la
cuenca y el sur de la entidad de donde eran originarios.
Otro de los aspectos que se puso en evidencia, es la inexistencia
de un control efectivo por parte de las autoridades federales y estatales, del
negocio que representa el traslado de los veracruzanos hasta poblaciones de la
frontera norte en busca del sueño americano.
No se puede explicar que hayan habido 43 muertos y 27
heridos, porque automáticamente nos arroja un sobre cupo, que debió de ser
detectado y evitado por las autoridades, porque no se trata de un hecho
aislado, sino de una forma “normal” de operar.
A la fecha, no se sabe a ciencia cierta, cuántos son los veracruzanos
que en la desesperación de no contar con un empleo –al menos mal o regular
remunerado- tienen que viajar hacia el norte del país o el extranjero, para
poder mantener a sus familias.
El gobierno del estado no próspero con su programa “Adelante”,
se ha comprometido a disminuir a la mitad la pobreza durante esta
administración –que ya lleva casi año y medio- pero el accidente de Álamo, es
una muestra de que el flujo de migrantes veracruzanos sigue de manera continua.
De acuerdo a datos del Consejo Nacional de Población en el
2010 la población total era de 7 643 194 veracruzanos, de los
cuales el 11.50% de la Población de 15 años o más es analfabeta.
El 28.87% Población de
15 años o más está sin primaria completa.
El 2.58% de los ocupantes
en viviendas están sin drenaje ni excusado.
2.92% Ocupantes en
viviendas no tienen energía eléctrica.
El accidente de Álamo Veracruz,
además de un drama, es un grito de angustia, de las condiciones de pobreza en
que viven desgraciadamente miles de pisanos veracruzanos, que tienen que
emigrar para poder sobrevivir.
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