Por Miguel Angel
Cristiani Glez.
El tema obligado a
tratar en la Bitácora es el de los resultados de la incidencia de la pobreza en
México, correspondientes al año 2014, dados a conocer por el Coneval que revela
un aumento en el número de pobres, ya que tan solo entre los años 2012 y 2014
el ingreso real promedio en los hogares cayó 3.5 por ciento.
Se le pueden poner todos
los calificativos que se quieran: dramático, irresponsables, retroceso,
evidencia de corrupción, desvío de recursos con fines electorales y muchos más.
Pero los número son los
que hablan y reflejan las carencias sociales en materia de educación, salud,
vivienda, seguridad social, alimentación, empleo.
Estos son los datos
frios: 46.2% de la población (55.3 millones de individuos) vive en condiciones
de pobreza, casi 2 millones más que en el 2012; 9.5% de la población vive en
condiciones de pobreza extrema (11.4 millones), una reducción de apenas 87,000
respecto de dos años antes.
Si vemos la información
por entidad federativa, hay seis estados que destacan por la alta incidencia de
pobreza (entre paréntesis, el primero corresponde al porcentaje en pobreza y el
segundo a pobreza extrema): Chiapas (76.2, 31.8); Oaxaca (66.8, 28.3); Guerrero
(65.2, 24.5); Puebla (64.5, 16.2); Veracruz (58.0, 17.2), y Michoacán (59.2,
14.0). ¡Dramático!
Hay otros datos
reveladores: primero, mientras que 23.3% de la población tenía pobreza
alimentaria en el 2012, para el 2014 aumentó a 23.4%, lo que representa un
incremento absoluto de casi 600,000 individuos.
Segundo, únicamente 7.3%
de la población total del país es no pobre y no vulnerable.
Tercero, el porcentaje
de población con pobreza patrimonial fue en 1992 de 53.1%, cayó a 42.9% en el
2006 y repuntó a 53.2% en el 2014. Lo que nos deja en un país que no progresa.
La persistencia de altos
índices de pobreza tiene su explicación en tres elementos:
El primero es el más que
mediocre crecimiento económico durante las últimas tres décadas, con un PIB por
habitante prácticamente estancado. El segundo, un arreglo institucional que, al
fomentar la búsqueda y premiar la apropiación de rentas, además de inhibir el
crecimiento, genera un proceso de desarrollo notoriamente inequitativo.
Tercero, programas
gubernamentales de desarrollo social que están mal diseñados y mal focalizados,
lo que deriva en una notoria ineficiencia e ineficacia del gasto público;
cientos de miles de millones de pesos de gasto gubernamental que no son más que
un enorme derroche de recursos y que, por lo mismo, necesitan ser rediseñados o
inclusive eliminados.
No existen recetas
mágicas, pero la evidencia histórica muestra que la única manera de lograr una
reducción continua y permanente de la pobreza es a través de un alto y
sostenido crecimiento económico.
Para lograrlo se
requiere contar con un arreglo institucional que derive, precisamente, en
mayores tasas de crecimiento, y eso es lo que no tenemos.
Mercados que no operan
en competencia, una política fiscal que es puramente extractiva junto a un
gasto público que prácticamente no contribuye al crecimiento, una altísima y
creciente incidencia de corrupción, inseguridad jurídica en el cumplimiento de
contratos, deterioro del capital social, alta incidencia de criminalidad,
etcétera, son todos elementos que inhiben el crecimiento.
Opina el filósofo del
pueblo, Pancho López que mientras no resolvamos estas deficiencias antes
enunciadas, la economía seguirá teniendo un desempeño mediocre, la pobreza
persistirá y México habrá fracasado en el proceso de desarrollo económico.
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