Por Miguel Angel Cristiani Glez.
Durante los
últimos sexenios federales, los programas de combate a la pobreza, solamente
han cambiado de nombre, pero lo cierto es que sus resultados también han sido
muy pobres, lo que hace que más de la mitad de la población en nuestro país, se
encuentre en condiciones de miseria.
Hasta ahora
los programas de las últimas cinco administraciones federales, desde 1988 hasta
2014 han cambiado de nombre en cuatro ocasiones, pero pareciera que es una
política de gatopardismo, en donde todo cambia, para quedar igual.
De acuerdo
con cifras estadísticas, en 1992 el 53.1% de la población mexicana vivía en
situación de pobreza patrimonial, pero diez años después, gracias a los
programas contra la pobreza, se disminuyó uno por ciento, es decir que en la
última medición eran 52.3%.
Es decir,
que somos un país de pobres.
Que en veinte
años de programas contra la miseria, apenas se logró disminuir uno por ciento.
Los programas de Solidaridad,
estrategia anunciada durante la administración federal de Carlos Salinas de
Gortari (1988-1994); pasando por Progresa, presentado en la gestión de Ernesto
Zedillo (1994-2000), y Oportunidades, implementado en el gobierno del panista
Vicente Fox (2000-2006) y continuado por su correligionario Felipe Calderón
(2006-2012), ahora el principal programa gubernamental para abatir la pobreza
se llamará Prospera en lo que resta del sexenio.
Vale la
pena tener en cuenta lo anterior, ahora que nuevamente, el presidente de la
república en turno, Enrique Peña Nieto acaba de dar a conocer en su segundo
informe de gobierno, que el programa de combate a la pobreza que hasta ahora se
llamaba Oportunidades cambiará su denominación por el de Prospera.
Habrá que
darle el favor de la duda, de hasta donde lo que ahora se anuncia como programa
insignia de la lucha contra la pobreza, logra los resultados esperados y no se
trata nada más de cambiar de nombre, que se identifique con una administración
de un presidente, sino ver hasta donde contiene efectivos componentes que
puedan mejorar las condiciones de producción y de vida de quienes ahora viven
en la pobreza.
Resulta
preocupante si realmente es un cambio de nombre y forma parte de un diagnóstico
detallado de la situación y debilidades del programa anterior; o si es, más
bien, un intento por desvincularse de los programas anteriores y generar una
nueva marca política.
Hasta
ahora, el programa de Oportunidades, ha sido un programa efectivo, pero para
los funcionarios públicos, que tienen a su cargo el manejo de esos recursos,
los manejen de manera discrecional, apoyando a quienes forman parte de una
estructura partidista, ya sean igual panistas o priistas.
Uno de los
secretos mayormente guardados y que pese a los anuncios de que se harán
públicos hasta el momento no se han hecho públicos, son los padrones de
beneficiados con esos programas, que poco hacen para combatir la pobreza, pero
que mucho sirven para organizar estructuras de apoyo al voto de candidatos.
No es
casualidad, el hecho de que de las dependencias encargadas de repartir esos
recursos, en el que se invierten anualmente cerca de 73,000 millones de pesos salgan
candidatos a diputados federales, presidentes municipales o senadores, luego de
que han estado “trabajando arduamente” para repartir esos recursos que más que
combatir la pobreza, sirven para incrementar la riqueza, pero electoral.
Lamentablemente,
los especialistas han advertido ya que los cambios anunciados, más allá del
cambio de Oportunidades a Prospera, podrían no ser fundamentales, para lograr
cambiar el rumbo y los resultados obtenidos hasta ahora en la política social
del gobierno federal.
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