Por Miguel Angel Cristiani G.
Durante mi más reciente visita al puerto de Veracruz, mientras caminaba por las calles y avenidas del centro histórico, me encontré con la que fuera la casa-oficina, de Don Pedro Aja, hombre generoso y caritativo, que destinaba parte de sus ganancias como propietario de camiones de servicio urbano, a ayudar a quienes les solicitaban algún apoyo económico.
La construcción se encuentra precisamente frente al parque Zamora, enfrente de la gasolinera donde inicia la avenida Díaz Mirón.
Pero lo que más gusto me dio, es ver que hace apenas unos días, en un arriate que se encuentra frente al edificio –en donde ahora venden artículos para hacer collares y dijes- el pasado 20 de marzo, el Club Rotario de Veracruz colocó una placa alusiva al “Árbol de la Amistad”.
También se sembró un pequeño árbol.
Creo que no podría haberse encontrado un mejor lugar, aunque seguramente quienes colocaron ahí la placa, no tienen ni idea de quien fue don Pedro Aja y su labor de beneficencia, mucho antes de que se pusieran de moda las asociaciones filantrópicas, que en la mayoría de las veces son el pretexto para buscar simpatías entre las gentes humildes para luego pedir su apoyo a algún puesto de elección popular.
Don Pedro Aja, apoyaba a los jóvenes estudiantes, que en ese tiempo, en los años 70, realizábamos los tan famosos viajes de estudio, a otras ciudades de la entidad o del país.
Fue así, como gracias a la generosidad de don Pedro Ajá, pudimos viajar a gran parte de la república con los compañeros de la entonces Facultad de Periodismo de la Universidad Veracruzana.
Lamentablemente don Pedro Ajá ya falleció, pero nos dejó el grato recuerdo de su amistad desinteresada y generosa, que aunque indirectamente, ahora fue recordada por esa placa del Club Rotario Internacional y el árbol de la amistad.
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