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Las
semejanzas del estilo personal de gobernar
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¿Qué pasará
cuando AMLO tenga que dejar el poder?
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La lección de llevar al poder a líderes
demagógicos
Por Miguel Angel Cristiani Gonzalez
La noticia del día es sin lugar a dudas, la toma violenta
del Congreso de los Estados Unidos por una turba de seguidores del todavía
presidente Donald Trump, en un intento más por impedir la toma de posesión del
Poder Ejecutivo en ese país por el -ya reconocido- ganador Joe Biden.
El ataque al proceso democrático en los Estados Unidos fue
reprobado por amplios sectores políticos no solo de ese país, sino a nivel
internacional.
Acá en el terruño nacional, no se hicieron esperar también
las reacciones, de quienes cuestionaron acerca de las semejanzas en el llamado
estilo personal de gobernar, entre los presidentes de Estados Unidos y México.
El cuestionamiento más interesante que se hacen los
analistas políticos, es ¿qué pasará cuando le llegue el turno de decir adiós al
poder, al presidente de México Andrés Manuel López Obrador?
¿Se habrá de aferrar a la silla presidencial, como lo está
haciendo ahora Donald Trump.?
¿Se irá -como lo prometió- con toda calma a descansar en su
rancho en Chiapas.?
Por lo pronto, el periódico Reforma, en la columna Templo
Mayor así analiza hoy el tema:
¿QUÉ PASA cuando un gobernante alimenta desde el poder la
polarización de la sociedad y el desprecio por las instituciones? Sucede lo que
ayer se vio en Washington: el triste espectáculo de una turba tomando por
asalto la sede del Poder Legislativo.
Y AUNQUE las comparaciones suelen resultar odiosas, es
imposible no ver los paralelismos entre la forma de gobernar de Donald Trump y
la de Andrés Manuel López Obrador.
EL ESTADOUNIDENSE llegó a la Casa Blanca con la promesa de
limpiar la vida pública y terminó ensuciándola todavía más. Gobernar desde la
retórica de la verdad alternativa, la de los otros datos, terminó por llevar a
los fanáticos del Presidente por un camino peligroso.
SUENA fuerte, pero es necesario preguntarlo: ¿Washington
2021 es un adelanto de lo que podría ser México 2024?
Por el bien de la República, ojalá que no.
En otro de los periódicos descalificados por el presidente
López Obrador como de la mal llamada prensa Fifi, el Diario El Universal, en la
columna serpientes y escaleras de Salvador García Soto publica:
Las increíbles imágenes que ayer miércoles presenciamos en
el edificio del Capitolio de la ciudad de Washington, DC, con la toma violenta
de seguidores de Donald Trump que, azuzados por su líder, desconocieron el
resultado de la elección presidencial y se apoderaban por la fuerza del
Congreso de Estados Unidos, representan la confirmación de que la ola de
populismo demagógico que recorre el mundo, sí representa una amenaza real para
la democracia y la convivencia civilizada y que, a través del autoritarismo más
violento, es capaz de poner en jaque incluso al sistema político y democrático
considerado el más estable del mundo.
Porque nadie puede llamarse sorprendido con la violencia
política que ayer estalló en la capital estadunidense, que por más inédita en
la historia reciente de la superpotencia, estaba más que cantada y latente, al
haber sido desde un principio la estrategia política del mismísimo Presidente
de Estados Unidos, quien desde su fallida campaña reeleccionista había
descalificado anticipadamente los resultados electorales y había anticipado las
denuncias de un “fraude” con el que, decía, intentarían arrebatarle el poder.
Cuando ese discurso se materializó en una negativa obstinada
a reconocer la derrota y a no conceder la elección del nuevo presidente
demócrata, Joe Biden, lo único que faltaba era el llamado de Trump que le diera
luz verde a sus enardecidos y fanáticos seguidores —los “patriotas” como los
llamó su hija Ivanka— para que salieran disparados a incendiar el seco pastizal
de una sociedad hondamente dividida y polarizada.
La paradoja es que ayer no tuvo que ser un ejército ni un
líder extranjero el que ordenara desatar el caos. Esta vez el intento de
desestabilización, la interrupción del proceso de constitucionalidad y la
violencia surgieron desde adentro, desde la misma oficina oval y de su propio Presidente,
quien se confirmó como la mayor amenaza que haya enfrentado en más de dos
siglos la democracia estadunidense.
Donald Trump le dio ayer al mundo y a sus paisanos una clara
lección: llevar al poder a líderes demagógicos, delirantes y autoritarios va
más allá de lo anecdótico o del consabido derecho del pueblo a equivocarse y
constituye un peligro real para la estabilidad y la democracia de un país, así
sea la superpotencia, cuando ese autoritarismo se desborda y se niega a
abandonar el poder.
Lo más preocupante de lo que ocurrió ayer, visto desde la
óptica de este lado del río Bravo, es que haya sido justamente a ese líder
autoritario y demagógico al que el presidente Andrés Manuel López Obrador haya
decidido respaldar y apoyar abiertamente, primero en su campaña con aquella
elogiosa visita a la Casa Blanca, y luego en medio de su ya clara derrota,
cuando decidió motu proprio, dar validez a las denuncias de fraude enarboladas
por Trump y que nunca pudieron ser probadas, posponiendo por más de dos meses
el reconocimiento a la nueva presidencia que encabezará Joe Biden.
Ojalá todo eso no sea premonitorio para los mexicanos y que
lo ocurrido en Washington en los albores de este 2021 no se repita en el México
del 2024.
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