+ El puente y la transformación
de Alvarado.
+ Cuando apareció la luz en Paso
Nacional.
+ Los recuerdos de la gente y el
pueblo.
Ruperto Portela Alvarado.
Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. 19 de Junio de 2018.- Y el tiempo sigilosamente se nos fue yendo; no sé por
qué rendija que no me di cuenta y ahora solo queda contar aquello que fuimos,
que vimos y vivimos. Vienen todos estos recuerdos cuando me avisan que una
amiga de aquellos tiempos de secundaria y prepa, Noelia González a quien
cariñosamente le decíamos Noni, ha fallecido.
De ese tiempo, diría que de 1967 o 1968 hay muchas cosas que contar, porque
sería por esos años cuando yo ya era un atleta y corría los mil 500 y 5 mil
metros planos para que después fuera subcampeón estatal en esas distancias. Por
cierto, también corrí con la Antorcha Olímpica en el tramo de Río Frio
--Veracruz-Xalapa—haciendo 3´33´´ 03/100 en el kilómetro de que constaba
cada tramo del relevo. En la misma estuvo Pablo Valerio y creo que
también mi amigo Jesús Rivera Magaña.
Puedo ver en ese
tiempo a mi primo Iki que ahora sé que se llama David Zamudio Lara;
a Jaime Vázquez “El Aleluya”, a Ricardo Padrón Almeida “El Burro”,
a Enrique Lara Valerio “El Palomero” y a mi primo “Upa” (que,
hasta eso, no sé cómo se llama) corriendo los 100 metros planos.
De la misma manera a
José María Tiburcio “Chema” al que después le pusimos “El Águila Descalza”
porque corrió varia veces la distancia de 12 kilómetro que hay desde la
comunidad de Buen País hasta Alvarado, sin zapatos. Ahí corríamos también Rolando
Cruz “El Q”; Pablo Valerio “El Pablo López (en referencia a un
caballo de carrera que tenía Tobías Ruiz) y en algunas ocasiones Jesús
Rivera Magaña, quien al final de esa época de oro, perteneció al equipo de
atletismo “Los Melones Asoleados”, como nos bautizó Rolando Lara
Valerio “La Facha” y que éramos rivales de otro equipo de basquetbolistas de
más edad que nosotros, llamados “Los Felices”, que después les cuento
quienes eran.
Decía que me vienen
al recuerdo todas estas situaciones por la noticia de la muerte de mi amiga Noelia
González hija de “María Pompón”, hermana de “Chely el Peluquero”,
de Eréndira “Ere; Leopoldina “Polina”, “El Pollo” y otros
dos a los que les quiero mandar mi más sentido pésame y resignación al dolor al
perder a su ser querido. Todos ellos originarios de Paso Nacional, el
lugar de “Los Come Toro”, donde fui testigo cuando “se hizo la luz” en
1968 y todas las casas encendieron su focos y se iluminó la comunidad.
Yo estaba ahí cuando de la tenue luz de un quinqué o unas velas, de pronto todo
fue claridad en la noche.
Ya el puente se
había construido –creo que en 1966—y la panga con el ferry habían terminado su
tiempo de servicio, quedando los atracaderos abandonados y solo el de la parte
de Alvarado sirvió para que alguien con ingenio pusiera una tabla de trampolín
para tirarse de clavados y nadar en ese otrora desembarcadero.
También se había
construido la calle a la playa –prolongación de la Juárez—que lleva a lo que
hoy es el malecón. Para cortar esa loma se tuvieron que arrancar miles o
millones de metros cúbicos de tierra de los médanos, ahora “Lomas del
Rosario” --que está totalmente poblada-- que eran altísimos. Antes de eso,
por ahí vivía una hermana de Roberto Noguerola, papá de mis primos: Miguel,
Fallo, Jovita, Juliana a la que íbamos a visitar.
Precisamente en esa parte se construyó la escuela Dolores María Mojica
Portela.
Fueron los tiempos
de jauja del Puerto Piloto –Productos Pesqueros Mexicanos--
donde orgullosamente trabajábamos los alvaradeños, porque a mí también me tocó
levantar taras repletas de camarón o pescado; meterlas a los grandes
refrigeradores y estar en “casa de máquinas” donde el jefe era Porfirio “El
Etiope”. El salario mínimo era de 50 pesos, por lo que el que tenía
chamba en esa empresa era privilegiado. Se acabó Productos Pesqueros de
Alvarado, cuyas instalaciones la utilizó la empresa “Cherris Morris”,
que ahora me dicen que está en crisis.
Fue Paso Nacional
una época feliz. Ahí, desde la tarde la pasábamos en la casa de doña “María
Pompón” degustando unos chapos de su propia mano –que ahora le
llaman toritos—de limón, guanábana, nanche, que nos parecían una delicia. La
verdad que lo del chapo también era un pretexto para ver qué caía con
las hijas de doña María y otras de la barriada. No nos fue tan mal y a
mí en particular porque ahí tuve algunas amigas y mi esposa Lilia Hernández
González que también es de este hermoso lugar.
Eran tiempo cuando
la vagancia era para trabajar y llevar unos centavos a la casa. No había
combate al trabajo infantil que ahora es pura faramalla. Andábamos Beto
“Cardenal”, “La Ronza” y Pancho el del barrio de la Fuente en pleno
boulevard como carga maletas. Los autobuses ADO (Autobuses de Oriente) “a la
altura de los mejores del Mundo” –como decía su promocional—eran de color café
y le llamábamos “chatos” porque no tenían trompa.
Mi hermano Cecilio
Portela Alvarado, “Chilo”, entonces trabajaba en la gasolinera “Santa
Cruz” de la calle Llave, donde ahora está una tienda de Coppel.
Después “Chilo”, trabajó en el ADO junto con Oscar Valerio, “Quilí”,
Ricardo Sánchez y su hermano. La gerente era una hermana de Adelfa,
la esposa de “Bobito Lara”.
Recuerdo cuando se
construyó la casa de la hermana de Adelfa donde estaba la oficina del
ADO –desde el boulevard subiendo la empinada rampla de la calle Rayón, hasta la
siguiente cuadra-- cuyo colado se llevó más de cien bultos de cemento. Fue mi
primera incursión en esa chamba de colador a la que llegue de improvisado por
lo que solo me quité la camisa, me remangué los pantalones –de casimir por
ciento, que me compraba mi hermano Cecilio— y a subir latas de concreto.
Me gané más de cien
pesos esa tarde-noche, pero por el gran esfuerzo, al otro día me dio fiebre y
un intenso dolor de cabeza, que tuve que ir al médico. De ahí aprendí a
levantar latas de cemento y subir los andamios, porque decía los viejos
coladores que “puta que se raja, no se le paga”, y ni modos, había que
hacer la tarea porque “el hambre es cabrona”.
Mi compañero de esas
aventuras de colador era mi compadre y amigo Manuel Rascón Arano, mejor
conocido en nuestro mundo como “Manuel La Burra”, así como mis
primos Fallo y Miguel Noguerola, maestros de albañil con quienes
muchas veces trabajamos y echamos colados.
Los años de 1967 y 68 –sin menospreciar lo demás que me ha sucedido en la
vida—fueron intensos, porque éramos inquietos y para las carreras nos
pintábamos solos. La calle Galeana, entre Aldama y Guerrero fueron los carriles
para jugar carreras parejeras de apostado. Había algunos como Serafín,
al que le decíamos “Fin”, un espigado muchacho que ahorita no recuerdo
sus apellidos, que se fajaba en las 25 varas con su eterno rival, “La
Burrutaca”. Se demoraban una hora en salir para que no les ganaran la
brincada. A veces ganaba uno y otras veces el otro.
Nuestro gallo en
cincuenta y cien varas era “Manuel la Burra” y su contrincante “El
Gavilán” que era del equipo de la “Doctor Luis E. Ruiz”. Como
patrocinador traíamos a mi hermano Cecilio “Chilo” Portela, con quien
también íbamos a jugar carreras de apostado a Las Escolleras, donde
había un gallero apostador que traía a dos gallos de pelea, como “Chilao”
y su hermano Julio. Ninguno de los dos quiso correr conmigo los
doscientos metros dándole la ventaja de que yo vendría saltando la cuerda y
ellos libres.
Así de pronto me
llegan los recuerdos; unos muy alegres y otros triste, pero la vida tiene que
seguir y “pa´lante, pa´lante”, como dice la canción. Y yo con esta me
despido, dándole a Dios gracias, porque la vida me ha dado todo, para no vivir
en la desgracia. “Por favor traten de ser felices”…
Con un saludo desde Tuxtla
Gutiérrez, la Ciudad del Caos y tierra del pozol, el nucú, la papausa y la
chincuya.
Comentarios
Publicar un comentario