Por Miguel Ángel Cristiani En un país donde la cultura es relegada con frecuencia a los márgenes del presupuesto y del discurso oficial, la muerte de Francisco Beverido Duhalt no es solo la pérdida de un hombre, sino el cierre de una época. Ha muerto uno de los más sólidos constructores del teatro universitario en México. Su fallecimiento no es una nota para el obituario; es un llamado a la memoria crítica de lo que hemos sido, de lo que hemos perdido y de lo que todavía podríamos recuperar si decidiéramos tomarnos en serio el arte como una forma de conciencia. Beverido no fue una figura decorativa, de esas que el poder cultural gusta de exhibir en homenajes tardíos. Fue un formador, un creador, un hombre que apostó por hacer del teatro un espacio vivo, reflexivo y transformador dentro de la Universidad Veracruzana. Su legado no se mide únicamente por las puestas en escena —muchas de ellas memorables—, sino por la solidez institucional que dio al teatro universitario desde que to...
Periodismo de análisis en Veracruz, México