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No se perfila un viraje estratégico ni una visión
renovada
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Su arribo al gabinete de Rocío Nahle se da más como
un acomodo coyuntural
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Veracruz no necesita un secretario decorativo, ni
un operador político
Por Miguel Ángel
Cristiani G.
En Veracruz, el turismo ha
sido por años la promesa incumplida, el discurso fácil y la realidad ausente. Y
ahora, con el nombramiento de Igor Rojí como nuevo secretario estatal del ramo,
no se perfila un viraje estratégico ni una visión renovada, sino más bien una
jugada política que apuesta al olvido ciudadano y a la resignación
institucional.
Porque no se trata
únicamente de quién llega, sino del por qué llega, cómo llega y para qué
llega. El exalcalde de Orizaba no es un improvisado en la política, pero
tampoco es —con todo respeto— un referente probado en la industria turística,
ni un perfil técnico con credenciales sólidas en el desarrollo integral del
sector. Su arribo al gabinete de Rocío Nahle se da más como un acomodo
coyuntural que como una respuesta seria a los retos reales de la entidad.
Veracruz lo exige todo en
turismo, porque tiene todo. Patrimonio cultural de tres civilizaciones
milenarias, una de las costas más extensas del país, zonas cafetaleras,
ciudades coloniales, selvas, gastronomía reconocida, historia de puerto y
revolución. ¿Y qué hemos hecho con eso? Lo mínimo. La actividad turística
representa apenas el 5.3% del PIB estatal, muy por debajo de su potencial. No
hay rutas integrales, ni conectividad interna, ni una política pública clara.
Solo hay ferias, festivales aislados y un par de campañas mediáticas carísimas
pero ineficaces.
Entonces, ¿es Igor Rojí la
respuesta a ese vacío estructural?
Desde su gestión como
alcalde, Rojí mostró eficiencia administrativa en una ciudad con vocación
turística local. Aunque todavía se recuerda que tenía observaciones del ORFIS
por un monto millonario. Pero dirigir una ciudad como Orizaba, con presupuesto
controlado, frente a los retos de una secretaría estatal en un territorio de
212 municipios, con litoral, selva, montaña, pueblos originarios y zonas
arqueológicas, es otro cantar. Aquí se necesita visión regional, enfoque
sistémico, experiencia en cadenas de valor, innovación digital, relaciones con
tour operadores y, sobre todo, estrategia de largo aliento.
Pero el problema de fondo no
es solo la capacidad, sino la lógica del nombramiento. ¿Fue un proceso
de evaluación técnica, o simplemente un acuerdo político disfrazado de
oportunidad? ¿Se consultó al sector empresarial, a los académicos, a las
comunidades? ¿Cuál fue el criterio, más allá de la cuota, el compromiso o la
cercanía partidista?
Y es que la política
turística en Veracruz ha estado, por décadas, secuestrada por el
cortoplacismo, el clientelismo y la ausencia de institucionalidad. Cada
sexenio reconfigura las prioridades, cada titular impone su estilo, cada
gobierno crea y desmantela programas según la moda del momento. Mientras tanto,
los destinos veracruzanos viven entre el olvido y la precariedad: sin
infraestructura adecuada, sin capacitación, sin promoción seria.
Es legítimo que un gobierno
designe a sus cuadros. Pero es obligación ciudadana exigir idoneidad,
transparencia y rumbo. Veracruz no necesita un secretario decorativo, ni un
operador político más. Requiere un plan de desarrollo turístico integral, con
ejes de sostenibilidad, inclusión social y aprovechamiento tecnológico.
Requiere atraer inversiones, profesionalizar el servicio, y descentralizar la
oferta para que no todo se reduzca al malecón de Veracruz o al desfile de
carnaval.
Por ello, el reto de Igor
Rojí no está en sobrevivir al cargo, sino en darle sentido de política
pública a un área que ha sido relegada a la anécdota y la improvisación. Si
logra construir una agenda con visión de Estado, será digno de reconocimiento.
Si se pierde en las inercias del espectáculo y el burocratismo, será otro
nombre más en la larga lista de funcionarios intrascendentes.
El turismo no es una
frivolidad. Es economía, identidad, inclusión y futuro. Pero solo si se toma
con la seriedad que merece. Y eso —como tantas cosas en Veracruz— todavía está
por verse.
En
política, como en turismo, la ruta más corta rara vez es la más sabia.
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